Comunidades amazónicas: desafíos en tiempos de pandemia

El impacto de la actual pandemia es particularmente negativo para las poblaciones en pobreza y para aquellas que tienen defensas bajas. Las comunidades indígenas de la Amazonía cumplen ambos requisitos para llevarse la peor parte.

Por un lado, en su reciente reporte “Condiciones de vida de la población en riesgo frente a la pandemia”, el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) destaca que los grupos más afectados por la pobreza son los indígenas y afrodescendientes, lo que intensifica su exposición a la COVID-19. En este sentido, no es sorprendente, aunque sí desalentador, que la población de lengua nativa (quechua, aimara o lengua de la Amazonía) presente una tasa de pobreza muy por encima de la población cuya lengua materna es el castellano: 30,5% versus 17,6%.

Por otro lado, la exposición a metales pesados, deforestación y contaminación ambiental de los ríos genera precariedad en las condiciones de salud de las comunidades nativas. Ello debilita sus defensas inmunológicas, según advirtió en abril último el doctor Oscar Espinosa, docente del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Entre las acciones del Estado para mitigar el impacto de esta enfermedad destaca el “Plan de intervención para comunidades indígenas y centros poblados rurales de la Amazonía”. Si bien se aprobó a fines de mayo, recién el 23 de junio —cien días después de decretada la emergencia nacional— se transfirió S/ 74´558,670, monto 16% menor al presupuesto inicial señalado en la Resolución Ministerial N.º 308-2020-MINSA. Al 18 de agosto, la ejecución por parte de los Gobiernos regionales era de 14%, y la del Gobierno nacional era de 0.8%.

Pero esta demora no se da solo en la ejecución del gasto, sino también en acciones vinculadas al plan. Por ejemplo, la conformación de los comandos COVID indígenas. Estos son de suma importancia porque tienen responsabilidades esenciales como difundir información, monitorear el abastecimiento de medicamentos, facilitar el ingreso de brigadas de salud, solicitar reporte de cifras, etc. A la fecha, solo se han conformado cuatro de los diez comandos COVID-19 indígenas que deberían existir.

Al igual que con los bonos monetarios, las medidas correspondientes a las comunidades indígenas tienen deficiencias en la asignación porque no benefician a toda la población vulnerable. Ante ello, diversos dirigentes de las comunidades han realizado pronunciamientos. A fines de abril, Reuters denunciaba que ocho líderes indígenas, en representación de 1,800 comunidades de la Amazonía, sostenían no haber recibido ningún tipo de ayuda por parte del Estado. Y en una entrevista a Perú 21 de mayo último, el presidente del consejo Shipibo Konibo resaltó que, si bien las autoridades fueron a tomar pruebas y llevaron víveres, la atención fue recibida en una sola comunidad a pesar de que la población estimada de estos pueblos indígenas es de 32,964.

Además, a fines de junio la Coordinadora de Desarrollo de los Pueblos Indígenas de la Región San Martín (CODEPISAM) envió una carta a las Naciones Unidas expresando que dicho plan de intervención no abarca a toda la población vulnerable en San Martin. En la misiva destacó un aspecto fundamental: la interculturalidad. Esta comprende no solo la traducción de mensajes a las lenguas originarias, sino armar los mensajes para que sean bien percibidos y entendidos por las comunidades tomando en cuenta su entorno. Por ejemplo, una recomendación tan simple como el lavado constante de manos puede no ser pertinente en algunas comunidades indígenas amazónicas, considerando que solo una de cada cuatro tiene acceso al servicio público de agua, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

La pandemia ha resaltado desigualdades de las comunidades indígenas en entorno de pobreza. Si bien el Estado ha sumado esfuerzos para mitigar sus impactos, estos no parecen ser suficientes. Realizar acciones concretas y coordinadas con los líderes indígenas incluyendo el aspecto intercultural es un primer paso. Atacar de raíz la pobreza para que otra crisis sanitaria no tenga efectos tan negativos es otro paso largo y difícil, pero necesario.

Realizado por: Janice Seinfeld y Maria Alejandra Ormeño, directora ejecutiva y analista en Videnza Consultores, respectivamente

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