Sin ellas perdemos todos

En el primer trimestre del 2020, cuando la pandemia de la COVID-19 recién empezaba en Latinoamérica, la prensa internacional destacaba el satisfactorio desempeño de mujeres líderes en el manejo y la contención del virus en países de Europa y Asia. Era el caso de la presidenta de Taiwán Tsai Ing-wen, la canciller alemana Angela Merkel y la primera ministra de Nueva Zelanda Jacinda Ardern. El común denominador de sus decisiones fue la evidencia científica, lo que materializó en oportunas estrategias de diagnóstico masivo, acceso a tratamiento médico de calidad, rastreo de contactos y estrictas restricciones a la movilidad social (usualmente conocidas como intervenciones no farmacéuticas).

Si bien los países mencionados cuentan con sistemas de salud envidiables y economías sólidas, otras naciones incluso más robustas han mostrado indicadores preocupantes en términos de mortalidad. Es el caso de Estados Unidos, que pudo evitar 40% de los 341,000 fallecimientos por COVID-19 si hubiese adoptado medidas más estrictas basadas en evidencia científica durante el mandato de Donald Trump. Existen varios casos similares alrededor del mundo —Brasil con Jair Bolsonaro y Suecia con Andrés Norlén, por citar dos ejemplos— que han abierto la siguiente interrogante: ¿son las mujeres mejores líderes que los varones, sobre todo, en tiempo de crisis?

Casi dieciocho meses después de nuestro artículo “Hoy nos salvan ellas” —escrito por Janice Seinfeld, directora ejecutiva de Videnza Consultores—un número creciente de estudios muestran que los países liderados por mujeres obtuvieron una menor tasa de mortalidad por COVID-19 respecto de los países liderados por varones. 

Entre las posibles explicaciones se mencionan diferencias en patrones psicológicos. En primer lugar, la manera como las mujeres reconocen y evalúan los riesgos (son más adversas al riesgo) explicaría por qué las líderes adoptaron más rápidamente intervenciones no farmacéuticas respecto de sus pares masculinos. Otra característica estaría relacionada con el estilo de liderazgo. La evidencia da cuenta de que las mujeres tienden a adoptar un estilo transformacional, más democrático y participativo. También priorizan una comunicación más empática, clara y decisiva. Esto habría sido crucial para el manejo de la crisis y, por ende, para los resultados alcanzados.

No obstante, estos resultados positivos no se deben sólo a patrones psicológicos, sino que también incorporan factores culturales del país. Específicamente, se debe al tipo de sociedad que las mujeres lideran. A priori, son sociedades más maduras donde los rasgos masculinos y femeninos del liderazgo —o dualidad del vínculo político— se han reconciliado, con lo cual dan una mínima importancia a la diferencia de género para asignar cargos públicos de poder. En consecuencia, son países con una propensión superior a elegir mujeres como líderes, lo que, a su vez, brinda un entorno más favorable para el manejo de riesgos. 

Este grupo de hallazgos vuelve a poner sobre la mesa la contribución de las mujeres en la esfera política. Al mismo tiempo, resalta la imperiosa necesidad de seguir trabajando por reducir las brechas de género en el Perú y en países similares al nuestro, donde el liderazgo femenino se mantiene subrepresentado en el sector público y relegado exclusivamente a temas sociales. Valdría la pena que nuestras autoridades —en su mayoría, varones— también reflexionen y se pregunten de cuánto se está perdiendo el país, ¿no? 

Realizado por: Carla Calero y Sophia Torres, investigadora principal y analista senior de Videnza Consultores, respectivamente

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