Reconstruir el centro

Uno de los fenómenos de la última elección fue la reducción del centro a una mínima expresión. La polarización del debate público –como ha sucedido en muchos otros países en la última década– terminó llevando a segunda vuelta a dos de los candidatos que se encontraban en las antípodas del espectro político.

Este resultado ha trascendido a la elección, y hoy nos encontramos ante un desastroso gobierno de izquierda radical y una oposición cuyas voces protagónicas pertenecen al extremo opuesto. Así, las principales movilizaciones contra este gobierno han concluido con discursos de personajes agresivamente polarizantes como Rafael López Aliaga, caducos como Jorge del Castillo y hasta risibles como el señor Daniel Córdoba.

Esto configura un problema. Millones de peruanos rechazamos la improvisación, irresponsabilidad, e inmoralidad con las que el presidente Castillo y su impresentable premier vienen conduciendo el gobierno. En lo personal, no puedo tolerar un gabinete tan mediocre y con vínculos cada vez más evidentes con el pasado terrorista.

Sin embargo, somos muchos los que no nos sentimos llamados a participar en movilizaciones cuyos protagonistas exhiben tan poca vocación democrática. Actores políticos como los arriba nombrados salen a las calles enarbolando las banderas de la democracia cuando hace un par de meses promovían la tesis de fraude sin tener evidencia alguna para ello. Incluso cuestionan absurdamente a quienes, sin haberse sumado a la narrativa del fraude, hoy critican al gobierno de Castillo con todo derecho. Terminan alienando a potenciales aliados y son, por ende, líderes muy inefectivos para la causa que persiguen.

En este contexto, es impostergable reconstruir espacios políticos de centro, con liderazgos que motiven a ciudadanos a movilizarse contra un gobierno tan incompetente como este, pero al mismo tiempo conserven un compromiso con principios democráticos mínimos. Más aún, el centro no es solo importante para detener los despropósitos de la administración Castillo en este momento, sino también por razones de mediano y largo plazo; y es que sería sumamente peligroso pasar de un gobierno como el actual a otro que se encuentre en el extremo de la derecha radical. Para evitar una espiral tan perniciosa, el centro es nuevamente fundamental.

Aunque en casos las voces extremas pueden cumplir un rol para movilizar el cambio, el centro es necesario para tener puentes, templar los impulsos más radicales y conservar lo que debe ser conservado antes de echarlo todo por la borda. Un sistema político se vuelve inoperante si solo está conformado por extremos.

Partidos como Alianza para el Progreso o Acción Popular tienen una oportunidad para jugar ese rol, pero hasta hoy han mostrado que, si bien están en algún lugar entre las antípodas, no necesariamente representan al centro; y es que sus posiciones han ido variando circunstancialmente más por cálculo político que por convicción.

En contextos de tal crispación, marcar distancia de los extremos es a menudo calificado de “tibio”. Pero si algo está claro, es que no estaríamos en esta terrible posición si en los últimos años no nos hubiéramos dejado llevar por las extremas temperaturas de nuestra agitada mar política.

Realizado por: Joaquín Rey, investigador principal de Videnza Consultores

Columna de opinión publicada el 05 de septiembre del 2021 en el diario Perú 21.

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