Por un menú más saludable

Luego de meses de idas y vueltas entre el Poder Ejecutivo y el Congreso de la República, el Ministerio de Salud (Minsa) publicó el Manual de Advertencias Publicitarias en el marco de la Ley de Promoción de la Alimentación Saludable para Niños, Niñas y Adolescentes del año 2013. Este dispone la implementación de los octógonos de color negro y blanco en los alimentos procesados cuyo contenido de sodio, azúcar y grasas saturadas exceda los parámetros establecidos. Así, el Minsa hizo prevalecer su posición rectora, e impidió que prosperase la alternativa del semáforo nutricional que proponían el Parlamento y la industria alimentaria, y que rechazan instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Sin embargo, hay dos temas de fondo que también deben ser priorizados. El primero: los estándares recomendados por la OMS y aprobados en el país por el DS 007-2015/SA, que fue derogado y cambiado por el DS 017-2017/SA, que triplica lo permitido por la OMS en cuanto a contenido de azúcar, sodio y grasas saturadas en alimentos y bebidas no alcohólicas procesados. El segundo: cómo fomentamos entre la población la importancia de una alimentación saludable que empiece en casa y se extienda al consumo de alimentos procesados. Una alimentación que, como lo explica la FAO —la agencia de las Naciones Unidas que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre—, aporte los nutrientes esenciales y la energía que cada persona necesita para mantenerse sana: proteínas, hidratos de carbono, lípidos, vitaminas, minerales y agua.

 

Un dato increíble en la última Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) es que la anemia infantil en zonas urbanas pasó de 39,9% en el 2016 a 41,4% en el primer semestre del 2017. Los motivos muy probablemente están en la reducción de la lactancia materna exclusiva (de 63,2% a 59,9%) y en el incremento del consumo de la comida chatarra desde los primeros años de infancia.

 

Necesitamos cambiar nuestros hábitos de consumo de alimentos para prevenir  las enfermedades crónicas que tienen a la alimentación como eje fundamental: obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, cáncer, enfermedades dentales y osteoporosis.

 

En Chile, casi un tercio del total de azúcares libres consumidos provienen de bebidas, jugos y aguas azucaradas. Un reciente estudio realizado por las universidades de Chile y York reveló que este consumo disminuyó en 21,6% desde que en el 2014 comenzó a aplicarse el Impuesto Adicional a las Bebidas Azucaradas (IABA). Pero Marc Suhrcke, coautor de la investigación, señaló que si bien la política fiscal chilena ha sido efectiva en reducir el consumo de bebidas azucaradas, “es necesario que los tomadores de decisión tengan en cuenta que por sí misma esta política no permitiría reducir las grandes desigualdades socioeconómicas en salud relacionadas con la alimentación”.

 

Por ello, la medida del Ministerio de Economía y Finanzas de nuestro país de aumentar el impuesto selectivo al consumo a las bebidas azucaradas y alcohólicas —porque generan costos a la sociedad que todos los peruanos terminamos pagando— es una política que no debe ir sola, sino acompañada por políticas promocionales y preventivas como las que recomiendan las OMS y la FAO. Recordemos que una mala alimentación y condiciones socioeconómicas como la pobreza, la falta de acceso al agua potable y servicios básicos de salud afectan el bienestar y la calidad de vida de los peruanos. No debemos bajar la guardia.

Por Janice Seinfeld y Óscar Ugarte

 

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