¿Es posible mecanizar la agroindustria peruana?

El conflicto agrario que estalló en noviembre del 2020 trajo consigo un nuevo régimen que encarece los costos laborales de las empresas del sector. Según la Asociación de Gremios Productores Agrarios del Perú (AGAP), esto afectará adversamente la competitividad internacional de los cultivos clave del Perú. Hemos pasado de tener un esquema promotor de la agroexportación con logros inobjetables para el país a tener un sector que se regirá por un marco normativo laboral que resulta incluso más rígido que la Ley General del Trabajo.

El impacto de este nuevo régimen variará según la intensidad de mano de obra que cada cultivo particular tiene. En respuesta a estos cambios, lo lógico es que las empresas busquen eficiencias en sus procesos productivos y maneras de optimizar su estructura de costos. Una alternativa es optar por una mayor mecanización de ciertas labores en el proceso productivo. De hecho, esto ha ocurrido en Chile ante el déficit de mano de obra que viene afectando al sector agroindustrial del vecino del sur. Lograr cambios en los procesos productivos estará condicionado a un conjunto de factores que podrían incluso obligar a dejar de producir ciertos cultivos.

Es indudable la importancia que tiene el sector agroindustrial en el Perú; aporta el 5.6% del PBI, en términos laborales, en el 2018 concentró al 23% de la población económicamente activa ocupada  y generó alrededor de 100,000 empleos al año, según el informe de Apoyo Consultores “Relevancia de la Ley de Promoción del Sector Agrario (LPA) e implicancias para la competitividad del sector y de la economía”. Esto permitió reducir la tasa de pobreza de los trabajadores agroindustriales de 81.3% a 30.9% entre los años 2004 y 2019. En ese mismo período, incrementó su productividad laboral en 4.4% promedio anual. Esto ha permitido que los cultivos clave del país —el arándano, el espárrago, la palta, la uva, entre otros— representen el 40% de las exportaciones no tradicionales y el 12% de las exportaciones totales del país, según el informe mencionado anteriormente.  

Desafortunadamente, el incremento del costo laboral del sector agroindustrial, que representa alrededor del 70% del costo total, generaría la pérdida de 200,000 puestos de trabajo formales y de 70,000 hectáreas productivas. Por concepto de ventas de exportación, las pérdidas ascenderían a 994 millones de dólares anuales.

Los empresarios del sector deberán replantear sus procesos productivos, su nivel de producción, contrataciones e inversiones futuras. En este contexto, muchas empresas evaluarán la viabilidad de extender la mecanización, que representa todo un reto para la agroindustria peruana habida cuenta de que está conformada en un 80% por pequeñas o medianas empresas (PYME).

En la actualidad, la mecanización —y ni qué decir de la automatización, que involucra el uso de inteligencia artificial— es bastante limitada en el sector agroindustrial peruano. Por ejemplo: hacia el 2012, según la Descripción de empresas del régimen agrario según el Censo Agropecuario, solo el 26% de las unidades agropecuarias tenía un sistema de riego tecnificado, el 30% contaba con un tractor de rueda, y el 5% tenía cosechadoras propias. Un mayor alcance para la mecanización ha estado limitado principalmente por el costo de estas inversiones, que requieren largos períodos de recuperación.

Tecnificar una hectárea de palta puede costar 12,000 dólares; y una de espárrago puede alcanzar los 17,000 dólares. El uso de drones para el monitoreo de los campos de cultivo puede costar entre 5 y 20 dólares por hora de vuelo. Y el no ser tecnologías que pueden hacerse extensivas a todos los cultivos o áreas geográficas encarece aún más su implementación.

Aun así, ha habido algunas novedades en el sector agroindustrial peruano, sobre todo en relación al uso optimizado del agua, que es el recurso más necesario en esta actividad económica y que muchas veces es proclive a usos poco eficientes. En materia más operativa, fábricas de empaque de espárragos o arándanos han implementado tecnología óptica que permite clasificar los cultivos cosechados para armar atados o paquetes rápidamente.

En otros países, la mecanización o automatización son una realidad que sigue avanzando en labores como poda, polinización, cosecha, riego y procesamiento de cultivos. Otros avances miden la temperatura, humedad o PH para reconocer el tiempo o cantidad exactos de riego. Y también se han impulsado tecnologías para acelerar las labores de cosecha (frutos rojos, vides o similares), que podrían reemplazar el trabajo de hasta 30 cosecheros por día.

No obstante, estas tecnologías requieren de mano de obra calificada y, por tanto, la formación de capacidades en los trabajadores de la agroindustria. En estos casos, corresponderá a las entidades estatales —el Ministerio de Agricultura y Riego, la Red Nacional de Innovación Tecnológica para la Agroindustria, el Instituto Nacional de Innovación Agraria, entre otras— acompañar especialmente a las PYME para que puedan aprovechar los potenciales beneficios de la mecanización. Con toda seguridad, las empresas más grandes estarán evaluando la viabilidad financiera de acelerar la adopción de cambios tecnológicos y seguramente se adecuarán a esta nueva realidad. Este análisis definirá en gran medida si se migra hacia otros cultivos que permitan sostener el negocio agroindustrial.

Estas circunstancias podrían constituir una oportunidad para modernizar no solo el sector agroindustrial, sino otros que pertenecen a la cadena de valor, y generar nuevas ventajas comparativas para el Perú.

Realizado por: Luis Miguel Castilla y Sophia Torres, director y analista de Videnza Consultores, respectivamente

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